El extraño caso de la muerte súbita nocturna de hombres asiáticos creyentes de un demonio nocturno permite reflexionar sobre la naturaleza de los sueños y la influencia de las creencias en la mente.
Para algunas personas el velo que separa al mundo de los sueños del mundo de la vigilia es sumamente tenue, además de que estos mundos en ocasiones se pueden superponer e incluso invertir. Esta sensación fue expresada por el filósofo taoísta Chuang-Tse, quien famosamente despertó, después de soñar que era una mariposa que volaba por el cielo, sin saber si era Chuang-Tse que había soñado que era una mariposa o si una mariposa que soñaba con ser Chuang-Tse.
Solemos pensar que lo que ocurre en los sueños no tiene influencia sobre la realidad, que es algo de lo cual despertamos y cortamos de tajo, de tal modo que recibir un golpe o tener sexo con una una persona en un sueño son acciones que no se transfieren a este mundo. Sin embargo, a principios de los ochenta se generó una extraña serie de casos que sugieren que lo que ocurre del otro lado del umbral del sueño puede afectar de manera significativa la realidad (cuya supuesta prevalencia sobre lo onírico queda puesta en entredicho), hasta el punto de que las “imágenes” y sensaciones de una pesadilla pueden traducirse en la muerte de una persona. Esta es, por supuesto, la tesis de las películas de Nightmare on Elm Street, donde Freddy Kruger logra penetrar los sueños de sus víctimas con resultados letales.
En 1977 se reportó por primera vez en Estados Unidos lo que se conoce como el “síndrome de muerte súbita nocturna inesperada“, particularmente entre refugiados Hmong. Esta misma enfermedad se observó después en Singapur, donde se documentó la muerte de 230 hombres tailandeses de dicha etnia que, por todo lo demás, se encontraban en perfecta salud. Esta extraña enfermedad afecta también a los jóvenes filipinos, quienes la llaman bangungot.
La antropóloga y médica Shelley Adler, autora del libro Sleep Paralysis, sostiene que la muerte de estas personas podrían haberse detonado por la creencia en “dab tsog”, un demonio que según la etnia asiática de los Hmong visita a las personas cuando duermen y las asfixia, de manera similar a lo que se conoce en México como “la subida del muerto” y que en el pop-ocultismo ha sido vinculado con las abducciones extraterrestres.
Adler señala que si bien la causa física es una condición cardiaca compartida entres estos hombres asiáticos, el trauma que sufren en los encuentros oníricos con el espíritu mailicioso jugó un papel importante en el ataque al corazón.
Esta creencia en demonios nocturnos (o en “la yegua de la noche”) está bastante difundida en numerosas culturas y la ciencia occidental la explica como “parálisis en el sueño”, específicamente un momento en el que se perturba la transición de un estado REM, generando una serie de alucinaciones al tener una parte dormida y otra despierta.
Sin suscribir la creencia popular en los demonios nocturnos, Adler piensa que se podría estar gestando un efecto nocebo (el lado oscuro del placebo) en el que las expectativas negativas de la mente tienen consecuencias físicas.
Lo interesante de este caso es que solo parece ocurrirle a personas de la misma etnia, ya sea por su creencia en un tipo de demonios nocturnos, por su condición cardiaca compartida o por una combinación de ambas.
“Exite amplia evidencia científica de que la mente humana tiene la capacidad de curarnos pero también de enfermarnos”, escribe Adler.
En este sentido, para la mente, los demonios de los sueños pueden llegar a ser tan reales como las entidades con las que interactuamos cuando estamos despiertos.
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